lunes, 21 de febrero de 2011

CONFESIONES DE UNA DAMA DE PECADO


Por cada dolor que no es mío, me duele el doble.
Por cada alegría que comparto, también se hace más grande.

La ciudad más extendida no tiene laberintos ni bifurcaciones, que me pierdan, si lo hago de la mano de alguien que me acuna entre su cariño.
La ciudad más pequeña puede ser un mundo vacío y sin comunicaciones cuando estamos solos esperando una muerte lenta...


Debo confesar que he regresado a casa a medias, y que fuera de casa también me sentía a medias...
Esto, sólo quiere decir que mi residencia habita en las alturas, esas, que no se limitan con las fronteras de ninguna tierra.
Porque desde el cielo puedo observar que no hay horizontes posibles. Y es que la libertad no la marca un papel o un puñado de instancias en la mano, sino nuestro corazón.

Las miradas son mi lenguaje universal, la sonrisa mi mejor palabra, ¿y qué me importa el idioma ni el sonido de una voz? cuando amamos por encima de todo y queremos entendernos...
Pero qué complicado es, cuando alguien pone un candado al entendimiento, y qué doloroso cuando intentan restaurar a una persona haciéndole sentir un mueble viejo y en desuso, cuando uno mismo sabe, que sigue siendo la misma mesa de apoyo, la misma silla de descanso, el mismo libro que leer para quien mira a los ojos.
Pero quien ayer me amó, tal vez hoy me odie... y yo, nunca entenderé si realmente fue real todo lo que se vivió!! ¿será que no soy de este mundo?¿será que tengo una incapacidad para entender dónde están los límites y cómo puede existir esa visceralidad?

El respeto a las personas, es el pasaporte para el respeto hacia uno mismo, y aún así, debo confesar...

Debo confesar, que nunca supe todo esto, y que ninguna escuela me lo enseñó. Debo confesar que aprendí a "golpe y porrazo", pero también con la paciencia y el abrazo de quien me vio errar, y sin embargo, optó por no señalarme cuando quiso enseñarme cómo corre el río sin detenerse y cómo debo encauzar mis aguas.

Debo confesar tantas cosas, que seguramente tendré el pecado en mi boca hasta el día de mi muerte.
Y quiero seguir pecando en este mundo que me desespera, porque si mi pecado es desear más que un beso, si mi pecado es abrazar sin tener en cuenta al hombre o la mujer, porque busco a la persona, sin tener en cuenta al niño o al anciano, porque la edad sólo nos hace ser una diana para que nos escupan los dardos de las imposiciones sociales; así pues, ME CONFIESO PECADORA SIN REMEDIO, Y QUE ME ABRAN LAS PUERTAS DEL INFIERNO, porque asumo y mi opción es la de arder.

Si pudieseis ver mi corazón a ojos abiertos, os confesaré también, en esta borrachera de "puertas abiertas" que me invade hoy, que tengo un corazón bastante horrible: callos, cicatrices, remiendos, agujeros profundos como pozos de vacío, abismos infranqueables, arañazos, lágrimas cristalizadas que siguen pinchando, etc. PERO A SU VEZ, es un corazón fuerte que resiste, limpio al ofrecerse, y valiente cuando ningún portazo se interpone a su voluntad de seguir entregándose y amando a pesar de todo.

Me siento tan querida, tanto, que merece la pena seguir apostando POR LA HUMANIDAD, A LA QUE AMO, A LA QUE ADORO, aunque soy consciente que eso pueda llevarme a la ruina emocional cualquier día en que los astros no jueguen de mi parte.
Cuantas cosas tengo para confesar esta noche de borrachera profunda... cuántas cosas...

Después de una semana fuera de mi "hábitat", de este zoológico humano en el que nos movemos y al que llamamos "rutina", recuerdo las sensaciones que han llegado hasta mi de todos los que han compartido sutilezas intensas de la compañía mutua; así como las que me han confesado que yo misma desprendo.

No soy una niña. No, ya no lo soy.
Tampoco soy inocente, por eso se me caen las piedras de la mano ¿quién sería yo para lanzarlas...?
Tal vez, ignorante (eso sí lo soy, bastante ignorante, pero a la vez, orgullosa de reconocerlo como el único modo de ir borrándole letras a esta palabra que me consume).

Hace tiempo que he dejado de culparme por lo que ocurre a mi alrededor.
Del odio, la rabia y el sufrimiento.
Hace tiempo que he dejado de culparme... solo puedo decir; que
AMO POR ENCIMA DE LA RAZÓN

 "Y rueda, rueda la cabeza, porque hay cosas cariño mío, que no se piensan"
(Entre mis piernas, de "El sexo de boca en boca")