Los caminos, incluso oscuros, llevan a algún lugar donde luce el sol; así la noche al día o el abrirse paso de un vientre hacia los muslos de una madre.
Algo que me marcó para siempre, y que para siempre permanecerá en mí, fue el momento en el que un señor, como Cadenas, me dijo (y dejó a la vez por escrito en su disco) algo así como "has sido lo más bonito que me ha pasado este año"
Yo hablo mucha paja y callo más miseria que chicha; y digo cuando no toca y cuando toca callo para siempre como si el diablo estuviera apuntándome con sus cuernos hasta las mismas entrañas.
No sé si rozo la locura con tal exquisitez que la frontera entre la razón y el desastre humano se difuminan de tal modo que ya no pueden hacerse apuestas ni del color en que sangraré las heridas; pero lo cierto, es que en realidad, lo más bonito que me ha ocurrido a mí, ha sido conocerte, porque conocerte ha significado atravesar las vendas que momificaban lo que soy, despertar a la realidad de un mundo que, aunque a veces duela, merece la pena con personas (y artistas) como tú.
En la vida imaginé que necesitaría abrazarte tanto, tanto, como tan parte de mí eres ya.
Es difícil ser objetiva, cualquier cosa que puedas crear, para mí, va a ser (simplemente) maravillosa.
La vida está cargada de leyendas, de mitos, de símbolos y de multitud de creencias.
En mi caso, no sé si creo en todo o ya no me creo nada, porque me quedan pocas cosas en las que creer. Pero hay algo que no deja de taladrarme por dentro de forma casi dramática y cada vez con más intensidad:
"Pensaba en esa falsa creencia en la que las personas suponen
que al coger una mariposa deja de volar por perder el polvillo de sus alas que
queda pegado a nuestros dedos,
sin embargo, en realidad lo que ha ocurrido es que
son tan frágiles que las fracturamos.
Así pues, me veo toda "yo"
como dos pequeñas alas de colores suspendidas en el aire,
casi invitando al deseo de caer en manos ajenas.
Tengo tantas fracturas casi como las personas que, con amor, han pasado por mi vida.
A veces, la distancia me ayuda a recuperarme;
a veces, me veo distante y en esa suspensión huyendo de cuanto me rodea;
a veces, no es egoísmo, sino supervivencia.
Siempre he sido consciente de que no sé escribir.
De que no sé hablar. De que no sé comunicar cuanto habita en mí;
sin embargo, qué bien puede disimularse,
esa mínima expresión de la que yo soy consciente (no tanto desde el exterior)
y que aún así declara el pozo profundo que me sumerge, que me rapta.
Me pierdo en pensamientos que permiten viajar hacia lo astral,
hacia el deseo de enloquecer,
hacia el borde de cruzar las puertas de ese"sin retorno"
que daría mi cuerpo al abandono hacia las drogas
y al más puro silencio de lo terrenal y lo científico.
Siempre he sabido que yo hablo de labio a labio,
que escribo de piel a piel.
Que las manos pueden abrirse al tamaño del pecho
para descansarlas sobre un pezón que grita cosquilleando y arañando
las palmas que lo protegerán del desamor,
ése mismo que raja profundamente los latidos en desolados azotes,
quebrando invisiblemente las costillas.
Me gusta dar la espalda al frío y sentir vestida la desnudez con la piel caliente
de cualquiera que pueda dar un amor contenido
que se susurra en su modo de respirar:
ese deseo poético que nunca será palabra.
Luego la memoria te devuelve unas cosquillas detrás de la nuca,
que se ramifican como unas agujas que puntean el interior de la médula,
como si fuéramos las cuerdas de una guitarra,
provocando incluso espasmos colgados de las pestañas
y obligándonos a cerrar los ojos sin más elección,
y con una idea permanente de reflujo, que dice, "estoy desollada".
Me gustaría que esto, que para mi es hacer el amor,
Madrugada del 23/07/2013
Insomnios de la 01:48 hrs.
Menos de un verano.
Me queda menos de un verano, y ya no quiero estar ni aquí ni en ningún sitio.
Me siento más niña que habiéndolo sido una vez.
Parar, hoy sé que no es de cobardes, forma parte del universo, por eso, la vida tampoco es eterna: ¿acaso el ser humano puede creerse ser inventor del "reciclaje"?
Menos de un verano me queda para comenzar de nuevo o para terminar para siempre.
A final de septiembre comienzo un recorrido que probablemente me tendrá en un éxtasis que va entre la creación y lo salvaje de luchar por permanecer con los ojos abiertos a este mundo.
Había pensado, llegado el momento, cerrar la cuenta, simplemente porque cuando termine el tratamiento, quiero volver con mis ganas y mi nueva vida, e incluso compartir mis momentos y el fruto de lo que vaya acumulando durante esa etapa; pero en el caso de que las cosas no vayan bien, lo que tengo claro es que no quiero una cuenta abierta a mi nombre, y mucho menos dejar la posibilidad de que nadie (así sea mi voluntad) comente o diga lo cacho perraca o lo cachorrita que fui.
Parar, hoy sé que no es de cobardes, forma parte del universo...
Me dijeron que disfrutara de la vida. Que hiciera de este verano el mejor para mi y para los que me rodean; y me siento feliz y orgullosa porque poco he cambiado el orden de mi vida. Amo al límite a quienes me rodean (no necesariamente a los que me aman)
Sí es cierto, que en estos tres últimos meses me he dedicado a hacer cosas que uno acumula como "pendiente", "pendiente", "pendiente"... he actuado en un teatro, he presentado un programa de radio, he vuelto a tocar el piano, he entrado un camino que se olvida del miedo y la timidez. Hacerlo antes no hubiera sido lo mismo. Ahora era el momento.
Me dijeron que disfrutara y así hago: vivo, amo, escribo.
Parar, hoy sé que no es de cobardes, forma parte del universo... No voy a esperar a septiembre. No soy famosa. Tampoco lo deseo si eso implica tener que pedir perdón por existir.
No sé si alguno está de acuerdo en que las redes sociales confunden persona con personaje (yo desconozco como es lo segundo) y es por eso por lo que en ocasiones se nos somete al insulto, a la vejación, a la difamación por parte de personas que, si te conocen no debió ser lo suficiente, o que sin conocerte te hacen protagonista de sus miedos personales (sin palabra mediante) por, supongo, la proyección que cada uno tiene frente a los demás.
Será la obscenidad de un vocabulario metafórico, o porque se fijan más en el largo de una falta para censurar todo lo que tras ello puede ser una mujer (siempre hubo falsos "progres")
No estoy a ese nivel, el precio por compartir lo que hago y escribo a día de hoy es demasiado alto teniendo una sola oportunidad de existencia. No estoy ya ahí, ni aquí, ni allá, en un momento de mi vida como este, en el que, como dice un amigo, hay que distinguir "lo importante, DE LO URGENTE" Viviré de forma tranquila los próximos meses, con mis amigos, con mi familia, y con los que queráis estar a mi lado a través de la palabra: he sido tan feliz en los últimos meses, las últimas semanas, tan, tan, tan... que este paso, este camino que tengo era totalmente necesario para vivir la intensidad, el límite y la extensión de las cosas. No cambiaría nada, ni siquiera los llantos.
Mis últimas apariciones físicas serán a través de:
- El blog "Un susurro escrito" se seguirán respirando algunos de mis versos, - Los lunes del mes de agosto en el 93.7 de RAC MALLORCA de 22:00 a 24:00hrs. seguiré caminando por el mundo poético de la música y el silencio. - Dos últimas funciones en el teatro (30 de julio y 27 de agosto) - Y la presentación del poemario de Lucía Domiguez (Renaciendo en Verso) en Ibiza el 19 de agosto,
Después, llegará septiembre, lo sé, de verdad que lo sé que... Parar, hoy sé que no es de cobardes, forma parte del universo...
Volveré, si se me permite. Y si no, os dejaré "Ensayo para un ser": novela en la que participarán algunos amigos, entre ellos Pedro Andreu quien (creo) se prestará a escribir probablemente el final o un pequeño final para el libro.
Gracias por sentir conmigo y hacerme sentir. Me lo llevo puesto. Sed inmensamente felices.
<Versos tweeteados (no más de 140 caracteres) de Francisco J. Picón>
Es bastante extraño sentir esta honda inquietud.
La misma que podría tener una tortuga de mar que sale del cascarón, que corre no sabe a dónde salpicando arena hacia atrás para conseguir el mar por delante, para vivir.
Esta necesidad, una vez pasados los años, no cambia por más que lleguemos exhaustos cada día y el sofá sea el recline que nos espera, la única meta donde nuestro cuerpo se desvincula de un "somos" de pensamiento y acción; ansiando, la mente, quedarse tan plana y dura como un suelo de hormigón.
El camino, el largo camino de ida y vuelta, mínimo diez viajes semanales mirando por la misma ventanilla del autobús número 3, estampando contra ella imágenes que se disuelven una tras otra, nos presta la aventura de imaginar (para quien no ha perdido las facultades por completo) mil vidas mejores y ninguna propia. Hasta que llega la parada donde es necesario bajar y sacar los candados que se clavan uno a uno a aquellos posibles sueños.
Que mayor esclavitud, la de mirar alrededor y comprender todas las palabras, saberse un extenso vocabulario y, sin embargo, hablar un idioma tan diferente como para ser extranjero hasta de las cuerdas vocales que visten la garganta.
Es un castigo lento y doloroso.
No soy lejana. Tampoco soy una mujer cercana.
Simplemente soy y estoy hecha de un idioma diferente, de un silencio aterrador que se rompe con las hadas, y con los extraños seres que me rozan los dedos y me agarran en esa voluntad de amasar las nubes, contemplar como piratas un mar rojo o un lago rosa.
Ya no me asusta el paso del tiempo.
Me asusta que pases tú, y no te quedes a mi lado; y me asusta no saber cómo decir que te quiero, que las palabras las trago antes de pronunciarlas y luego no hay quien las encuentre. Siempre tengo el miedo tiñendo los ojos, el mismo miedo de "un carne roja" cuando se acerca el cazador para rematarlo con un machetazo para ahorrar en munición.
Mi reloj no hace tic tac, hace un intermitente tic que molesta. Mi corazón no hace "pompóm", da tumbos descompensados y acelera y desacelera hasta quedarse dormido de vez en cuando.
Cantaba a escondidas, rezaba en público, y soñaba bajo las sábanas.
Ahora canto a todas horas, me escondo del público, y bajo las sábanas dejo el colchón desnudo que, sobre ellas, me gusta hacer el amor.
Con la fragilidad de un pétalo deshojado, mantengo erguido el tallo leñoso y el orgullo de seguir viva, con círculos concéntricos que hablan por mi.
Saludo la mañana y espero, siempre espero, a que me amen de nuevo en el ocaso de mis mejillas, en el blanco de los ojos, en el rojo de mis besos. En ausencias de vergüenzas, en venganza de los miedos.
Espero, siempre espero a que me amen de nuevo, aunque yo (cierto sé) no sepa amar.
Me llamo Mayte. Mi nombre se debe, igual que mi persona, a un cúmulo de acontecimientos casuales que nada hacían presagiar que yo iba a estar aquí. Eso, ya tiene matices de un destino que, tal vez, determine que mi sombra sea lo que voy a contar ahora.
Importarme la imagen o la proyección de mi persona, me importa poco que menos a estas alturas de la película (y esta resta sumatoria de insignificancias por las que no caer, son las que me mantienen en la órbita de seguir haciendo y haciéndome fuerte). Es por eso que, con precedente y antecedentes, cuento qué es lo que me acontece ahora y cómo la vida se burla continuamente de esta mujer.
Conocí a una persona muy especial. De esas personas que te llegan en el momento que necesitas un masaje cardiaco para no morir. De esas que te leen las manos y auguran providencia esté o no escrita porque la escriben sobre el infortunio. De las que calzan tus zapatos para compartir las huellas...
En nuestras conversaciones de "vaivén" me hizo la siguiente pregunta:
- Mayte, ¿no te ha pasado que en tu vida se repiten continuamente los mismos patrones?
Yo, pensé y pensé, pero en ese momento no supe contestar nada concreto.
Días después, llegué y le dije:
- ¡Ya lo sé! Sí, ya sé cuál es el patrón que se repite en mi vida continuamente: la distancia.
Mi vida está marcada por la distancia, por los huecos, por los espacios con huellas que quedan grandes a la planta de mis pies y aún tirándome de cabeza con todo mi cuerpo sería incapaz de supurar cuantas marcas deja lo que un día estuvo y ahora marcha...
Las personas más importantes de mi vida han tenido que marcharse, a otra ciudad, a otra vida o otra muerte.
Las personas que podrían haber sido importantes en mi vida han tenido que marcharse, a otro momento o a otro estadio.
Y yo, aquí me quedo viendo pasar las estaciones y cómo pasa mi propia vida, contando palillos, marcas en la pared, días del calendario, olvidando la edad que tengo y, sumando heridas sin cabida y sin piel. Y me hago pellejo y destilo un músculo desvalido y desprovisto de carne y grasa. Ardo.
Sí. Apuntando con un dedo sobre un mapa tengo ciudades, casas que visitar.
También puedo leer lápidas y contar anécdotas al aire, de ésas que sólo sabe uno y que, egoístamente se traga de golpe para no ser "pillado" en lucubraciones. Y allá aquel que lo haga, que lucubre presunciones como un arquitecto ideando obras, que yo mi tiempo lo persigo con guantes para robarle lo máximo que pueda.
He desaprendido a rezar al escuchar a Bob Dylan y a Janis Joplin. En las fiestas de aniversarios (cualesquiera que sean) no me importa bailar paquito el chocolatero, que de vez en cuando la verbena con la macarena tiene su aquel.
En las noches, cualquier cantautor del siglo que sea que fríe las entrañas y las sirve desprovistas de paja y pan, es buena compañía, y al tiempo, juego a ser inmune a la muchedumbre y asfalto duro sobre el que sería imposible caminar descalzo.
Quisiera hacer como Thelma y Louise y huir en un viejo coche con el mar dentro de la maleta; una terapia que me dejase inmune al infortunio de no asumir mi propio yo en esta soledad que se multiplica cuando te acostumbras a las sonrisas que abrazan, a la complicidad que te sabe.
¿Sabes?
A veces creo que todo lo que toco se convierte en cambio.
Sí, esa es la historia que se repite, Ana.
Esa es la maldita historia que se repite.
Son "hasta luegos" de trampolín, que por aquí (o por allí) la voluntad está por encima de todo, y déjame que te cuente que siempre os veo pasar para ir a algo mejor.
Por eso, ¿para qué rezar?, es mejor seguir siendo una "Little Girl Blue"... nada nos pertenece más que el sueño.
Mis rizos parecían un nido para todos los zumbidos enredados dentro y sobre mi.
En estos casos, de días nublados con rayos bien definidos dibujando mis ideas, doy vueltas de campana en el colchón y pateo las sábanas como si fueran sacos de boxeo, que terminan haciendo función de alfombra, luego de vestido romano cuando me levanto enrollándome en ellas como una egipcia en el panteón.
Recuerdo como, antes, cuando la ciencia no era más que ficción, a los enfermos de epilepsia se les consideraba unos endemoniados. Sin embargo, el tiempo nos deja avanzar en nuestros prejuicios, y cuando eso ocurre uno se pregunta que ¿quién podrá restituir el sufrimiento de un rechazado?
Querida amiga, nosotras estamos enfermas de poesía y amor, endemoniadas y tocadas por los dioses profundos de la necesidad, no queremos curarnos de nuestros males porque son nuestros males el único ombligo por donde nos alimentamos.
Una vez me enamoré de un viejo cuervo que iba perdiendo ese espléndido plumaje azabache. Era imposible comprender cómo una sirena que no sabía nadar y que se arrastraba a los pies de las playas podía haberse fijado en ese largo pico, en ese cielo de alas batidas, y yo, siempre supe que difícilmente podría explicar mis coletazos al aire para atrapar las nubes que aquel cuervo besaba a su paso; pero la vida sólo puede comprenderse desde las cosas extraordinarias.
Ahora, en mi cadera, tengo tatuado un cuervo y verás que mi mano no deja de apoyarse en ese, mi hueso preferido. Nadie lo entiende. ¿Acaso entendemos, si queremos hacerlo, el porqué estamos aquí y cómo, de qué modo, a qué se debe...?
Somos absurdos por naturaleza.
Yo, no sé si te entiendo, supongo que caminar descalza me quema igual que te quema a ti, pero, aún sigo disfrutando de ello, y no pregunto nada más: te curo, me curas, reímos despellejadas y lloramos mientras nos vestimos de nuevo.
Después del cuervo, fui cada noche difunta a un acantilado donde tenía conversaciones profundas con el espacio vacío. Y allí, volví a enamorarme de una pequeña roca que siempre, permanecía espléndida en su sitio, enfocada a los cambios de la luna.
Sabes lo que te voy a decir, querida amiga, que tampoco nadie entendió porqué mis visitas fueron cada vez más frecuentes, y yo no buscaba respuestas para nadie, ni siquiera para mi, porque una única cosa sería cierta de todo lo que pudiera decir: me sentía profunda y llena en esa honda necesidad.
Un día, al volver a ese acantilado, aquella piedra ya no estaba. Me percaté que un joven la había cogido y la había estampado haciendo "eses" contra el abrupto paisaje que nos fue testigo. Lloré y grité desgarrando la soledad de la que siempre había sido consciente y el joven, se acercó a prestarme ayuda intentando adivinar a que se debía tanto desconsuelo.
- He "perdido" algo que nunca me perteneció, pero siempre estuvo ahí, a mi lado.
- Vaya, lo siento - contestó él - ¿puedo ayudarte?
- No. Será imposible entre esta inmensidad volver a recuperar la piedra que has tirado.
- Sólo era una piedra.
- Sobre esa piedra se alzaba la luna. Sobre esa piedra lloré y guardaba las lágrimas que depuré en nombre de un amor sellado: me enamoré de un viejo cuervo sin plumaje al que vi cruzar el reino de los cielos. En esa piedra germinó un musgo de invierno y sobre él la flor más pequeña y hermosa que jamás había observado... por eso sé, que el hombre sólo es un hombre y en ocasiones olvida todo y hasta pierde todo valor al lanzar una piedra porque "sólo es una piedra muda y sostén del paso de los ciclos de la vida".
El joven no entendió una sola palabra de lo que dije (tendríamos que leer un millón de veces para desgranar un millón de metáforas). No se esforzó por entenderme, pero hizo lo que le hizo recuperar su grandeza avivando en mi admiración hacia él: me abrazó y secó una a una mis lágrimas, sembrándolas sobre si: "sólo soy un hombre y quisiera ser esa piedra que jamás te abandonó, por eso ahora me impregno de tus lágrimas"
Seguramente, querida amiga, tú y yo en una heladería disfrutaríamos de un helado de diferente sabor ¿acaso importa? lo que importa es que NOS DISFRUTARÍAMOS JUNTAS: siempre juntas.
Tengo 28 años y dicen que cuando nací caí del cielo, que del cielo quedó un pedazo en mis ojos y que aullaba por las noches, y que por eso tengo un ojo azul profundo y el otro hace vetas verdosas que bailan entre mi pupila. Que miro como un lobo y sonrío como un cachorro.
Siempre, toda vida tiene una vertiente romántica cuando es vista desde fuera, y siempre, siempre, toda vida tiene una etapa de aprendizaje precedido por la superación.
Me llamo Pablo, y mi amiga me ha prometido que contará la historia que quedará estampada en la calzada de mi ciudad. Que bajo mi piel los gusanos comerán lo que parecía un futuro brillante y, que abrazará a mi madre cuando yo no esté.
Mi amiga se ríe y me dice "vaya dos nos hemos juntado", y a veces me canta canciones y me dice "estas sólo te las canto a ti", y aunque sólo se lo dije una vez, ella ya sabe que me vuelve loco y le digo: "no dejes de hacerlo".
Le he escrito muchas cartas que, me ha confesado, guarda bajo candado en una pequeña maleta azul, junto a sus partituras y pequeñas composiciones. Ella no sabe que ésta, será la última vez que lo haga, que he subido muchas veces al último piso de mi vida y luego he bajado y la he llamado. Cuando así ha sido, sin pensarlo ha venido corriendo fuera la hora que fuera, y nos hemos abrazado hasta caernos al suelo y volver a reír después de llorar.
Yo le digo que quisiera ver como es capaz de levantar el aplauso, cantando, de todo un teatro, y que lo logrará. Se ríe y me dice: "tú conmigo". Y le digo lo guapa que es, cómo su sonrisa se prolonga a lo largo de los días en mi memoria, y que mientras pueda le daré la mano y levantaremos juntos ese teatro que está esperando descubrirla, porque me dice, que si yo no estoy para verlo no quiere ni música ni canción. Tiene diez años menos que yo y diez años más de posibilidades.
Pero pienso, que si algún día no estoy, se olvidará pronto de sus miedos y su necesidad de mi, y seguirá con su pasión. Yo ya estoy cansado. Muy cansado.
Mi última frase no será para mi familia. Mi última frase no será para mi chica. Mi última frase será para mi niña, mi niña preciosa: "mi niña, eres muy especial, no des nunca un paso atrás; olvida, si es necesario, que me has conocido. Me avergüenza no haber estado como debía, no tengo nada que ofrecer ni a ti ni a nadie. Aunque dejes de verme, no me iré de tu lado, te mandaré fuerzas esté donde esté y verás que la vida será la respuesta a nuestros sueños, y que tú la sabrás aprovechar mejor que yo. Abraza a nuestro amigo, no le digas que te escribí, y a Carmen, y tampoco le digas nada. Saldrás adelante"
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Tengo 18 años, hace cuatro me quedaban apenas dos cursos para terminar mi carrera universitaria. Pero quería ser una chica normal y contra todo pronóstico, abandoné.
Hace un año, el hermano de un amigo común nos presentó. Y nos reconocimos.
Con el tiempo, decidimos ir juntos a terapia. Eso me daba fuerza.
Con el tiempo, empecé a colarme en el zulo de su trabajo. Me explicaba qué eran unas y otras luces y todo lo que podía controlar desde aquella máquina, "esto es un ordenador superinteligente, mi niña". Mis ojos se abrían hasta dar vértigo, estoy segura, pero es que yo no controlaba casi ni la entrada de mails.
A veces, venía a recogerme al instituto. Yo salía unas horas antes sin que nadie lo supiera y nos perdíamos en mañanas profundas (...)
Un día, me llamó su padre:
- Sara, Pablo se ha ido.
- ¿Se ha ido?¿a dónde se ha ido? seguro que necesitaba pensar, voy a colgar por si me llama, Paco, seguro que me llama no te preocupes.
- No, Sara, Pablo no volverá nunca más -se cortó la voz por unos segundos, y titubeando terminó la frase- ha dejado una nota diciendo que tus cosas están en el bolsillo de tu mochila y que nos quiere a todos.
- ¿Una nota? qué dices, Paco, qué dices... -me puse a llorar sin saber si gritaba o hablaba o si decía algo con sentido.
- Cariño, él te quería - pi, pi, pi, pi, pi, pi,... la comunicación se cortó.
Salí corriendo y rebusqué por mi mochila. Sí, paseando por la mañana me había dicho muchas cosas, e iba con la maleta colgada de un hombro y yo me reía diciendo: "pareces un compi de clase".
Encontré en un bolsillo un papel: "mi niña, eres muy especial, no des nunca un paso atrás; olvida, si
es necesario, que me has conocido. Me avergüenza no haber estado como
debía, no tengo nada que ofrecer ni a ti ni a nadie. Aunque dejes de
verme, no me iré de tu lado, te mandaré fuerzas esté donde esté y verás
que la vida será la respuesta a nuestros sueños, y que tú la sabrás
aprovechar mejor que yo. Abraza a nuestro amigo, no le digas que te
escribí, y a Carmen, y tampoco le digas nada. Saldrás adelante"
Al final, él fue parte de ese 10 por ciento de enfermos que, o muere como consecuencia directa de la anorexia, o termina suicidándose. "¿Eligió?"; Eligió un último vuelo y estampar su cuerpo contra el portal donde tantas veces había ido a buscarle, y me preguntaba, "esta vez ¿porqué no me había llamado para abrazarlo hasta caernos juntos llorando?" (siempre decía "tú eres más fuerte y mejor que yo"). No sé cómo pudo, pero casi me voy detrás.
A mi siguiente concierto, no pude subir.
Al siguiente, me quedé en blanco.
Al siguiente, me desmayé.
Y ya no hubo siguientes. Sólo él escucharía, antes vivo, y ahora en esa promesa de acompañarme desde la nada, mis canciones.
(***)
Ya no tendría más amigos como él. Ya no me caería al suelo abrazando a nadie. Difícilmente podría superar esto...
No sé si podría haber hecho algo más, si hice algo menos, pero nuestra entera salvación difícilmente está en manos de nadie.
Proyectarme en superar esto, iba a ser una ardua tarea. Al primer gemido de un ser querido me haría salir corriendo provocándome desear siempre la salvación ajena antes que la mía. El trauma me perseguiría durante noches enteras, en las que las sabanas pesaban como una tumba...
**De la novela: CUANDO LA MUERTE DIJO "no soy opción"**
"Mi felicidad consiste en que sé apreciar lo que tengo y no deseo con exceso lo que no tengo."
Thomas Carlyle 1795-1881
Si se siembra la semilla con fe y se cuida con perseverancia, sólo será cuestión de tiempo recoger sus frutos.
Alimento de palabras...
Y siempre te diré:
Nunca tendré la certeza de saber si he llegado a ti...
Nunca sabré hasta que punto te he tocado el alma...
Nunca podré lamer tu corazón en su latir...
Nunca alcanzaré una nube con la mano para escribirla...
Nunca habrá suficiente... y suficiente es el poco de nada...
(Mayte)
Grandes historias se han contado...
Y grandes historias se contarán... Yo quiero dejar una huella de la locura de vivir al límite, con pies delcalzos para sentir el frio más frio, el calor más caliente, para intuir el dolor antes de sentirlo y así poder sortearlo, y para recoger algún día la frase que pueda resumir en poco lo mucho.
Los que fueron grandes por su arte de comunicar con su don a través de la música, la escritura, la pintura, y otras múltiples expresiones... permanecerán vivos y grandes para toda la vida, porque seguiremos admirando su obra. Y esa obra que es eterna, los hará a ellos inmortales. By Mayte Albores.
Saborea-me con cada palabra que mi lengua se parte en dos para atraparte en mi mundo