jueves, 26 de abril de 2012

"Mujeres de agua"

Tengo una degeneración que avanza poco a poco: pérdida de tono muscular, dolor inclemente, cansancio crónico y conexiones neuronales ralentizadas.
A veces pienso que no he tratado mi cuerpo como se merecía, que lo he castigado como disciplina por pertenecer a un grupo social en el que no me reconozco. Pero nada importa ya, autoflagelarse no es el mejor método para avanzar.


Mi juventud es una osada que le reta el pulso a cualquier humano con muchos años rodados. Siempre elegí los caminos más complicados y, como rutina, así debía ser mi destino.

No hago planes a largo plazo, siempre, sujeta al dolor, a la medicación, a las crisis y al devenir, pronuncio la misma frase que deberíamos pronunciar en condiciones extremas y en condiciones superfluas: "¿quién sabe dónde estaré mañana?".

Estoy harta de que me pregunten cómo estoy. De que me recuerden el cambio físico y cómo va minando mi sentencia alrededor no sólo de mis pupilas sino también en el arco de mis arrugas.
Cada vez se endurecen más mis facciones alrededor de la sonrisa y mi mirada cae como una puesta de sol permanente. Pero no por ello dejo de levantarme cada día, trabajar, escribir, y marcar mis pasos como la única meta que a día de hoy puedo plantearme.


No doy excesivas explicaciones aunque, se pueda entrever entre espacio y espacio que aquella que fui ha volado por detrás de orejas mudas.

Siento que camino sobre un precioso techo de cristal, vértigo y observación son las mayores sensaciones que me acontecen, pero soy consciente que en cualquier momento todo podría reventar sobre mi.

Antes, soñaba y, esperaba que en una amplia caída hubiera siempre un entretejido de brazos que amortiguaran el golpe. Pero hay golpes que nos esperan y el simple hecho de intentar evitarlos provoca que nos den más fuerte.

Asumida que al final la vida es una derrota si nuestra pretensión es permanecer, sólo podemos "jugar" a ser y ser nosotros mismos, independientemente de los juicios, prejuicios y "perjuicios" a los que cualquiera sin conocernos pueda disponernos.

Llega un momento en que el aliento es tan corto que, la dirección de éste, termina afinando sutilmente hacia el lugar donde merece la pena, y uno mismo piensa que si esa energía se hubiera optimizado siempre de este modo, habría subido cordilleras ilimitadas con sólo suspirar.

Que la huella hable por mi, pero si ha de hablar solo a medias, que se haga fugaz, me calle, me olvide y ceda el lugar a toda maravilla que se está gestando en cada vientre.




domingo, 8 de abril de 2012

Una mirada a la vida

Ya no hay causa clara para la decadencia de una persona. Y todo parecen causas absurdas para la decadencia de una mujer.
Uno, escribe su propia historia e intenta dosificar informaciones personales para afrontar la comprensión o incomprensión de una forma que permita más o menos su integración social, pero no siempre es posible, y más, cuando se escapan las buenas voluntades como espuma de una botella de cava abierta tras un baile.

Será que el modo y la forma deben seguir protocolos que desconozco, y de ahí, mi admiración por personajes emblemáticos cuya vida fue rara y a la vez extraordinaria, pero siempre basada en una inasumible incomprensión.

Es difícil ponerse en pie asumiendo la juventud y la hermosura como una auténtica broma del destino, como la peor de nuestras suertes si debe ir acompañada de otros lastres.

Apostar por la renuncia, la asocialidad y el silencio extendido también resulta incomprensible, pero no se puede ser anacoreta dentro de un grupo y diseminar la infelicidad que viaja en una mirada triste.

Seguramente es hora de asumir nuevos momentos, desde otra esfera diferente, desde la urna que permite de algún modo descansar de las inclemencias de la rutina, de lo ordinario.

Asumir y plantar cara a lo importante.
No basta con sentirse fuerte, también hay que estarlo.
Seguramente, a medida que avanza la edad, entramos en ese conflicto en el cual nuestro cuerpo no acompaña el ímpetu de nuestras ganas. Éste, no es mi caso.
Seguramente, a medida que avanzan estados físicos derivados de la edad o de la enfermedad, nos damos cuenta que apurar el límite nuestra vida puede ser un acto inconsciente si no se tienen las herramientas necesarias para poder caminar con entereza.

El cansancio y el dolor crónico, es un envejecimiento prematuro y un deterioro físico y emocional que no debe ganarnos el pulso.

¿Juventud y hermosura? para qué, si en la locura de estar y sobrevivir, el estado de alerta deja que se escapen los mejores momentos porque el único estado de conciencia es el de recuperar las fuerzas para dar pequeños pasos que, para el que tiene piernas, es una acto natural de por sí.

Normalidad y naturalidad compiten con la especialidad de ser un funámbulo de la vida. 
Y ahí, los que caminamos sobre el alambre dejándonos a merced del viento y esperando que, si viene algún revés, alguien sepa adivinar nuestra caída desde la posición en la que este.


Por favor, que no llegue el lobo y sople, y sople, y sople,... que ni todos somos cerdos ni todos tenemos casas de ladrillo, algunos, aún "somos nada" y creemos en los sueños.


A Marga, sinónimo de esperanza.
A los enfermos de fibromialgia.
Al desgarro que nadie atiende.