viernes, 21 de septiembre de 2012

Espero, siempre espero, a que me amen de nuevo.



"(...) pero la soledad me recuerda quien soy"
 <Versos tweeteados (no más de 140 caracteres) de Francisco J. Picón>


Es bastante extraño sentir esta honda inquietud.
La misma que podría tener una tortuga de mar que sale del cascarón, que corre no sabe a dónde salpicando arena hacia atrás para conseguir el mar por delante, para vivir.

Esta necesidad, una vez pasados los años, no cambia por más que lleguemos exhaustos cada día y el sofá sea el recline que nos espera, la única meta donde nuestro cuerpo se desvincula de un "somos" de pensamiento y acción; ansiando, la mente, quedarse tan plana y dura como un suelo de hormigón.

El camino, el largo camino de ida y vuelta, mínimo diez viajes semanales mirando por la misma ventanilla del autobús número 3, estampando contra ella imágenes que se disuelven una tras otra, nos presta la aventura de imaginar (para quien no ha perdido las facultades por completo) mil vidas mejores y ninguna propia. Hasta que llega la parada donde es necesario bajar y sacar los candados que se clavan uno a uno a aquellos posibles sueños.


Que mayor esclavitud, la de mirar alrededor y comprender todas las palabras, saberse un extenso vocabulario y, sin embargo, hablar un idioma tan diferente como para ser extranjero hasta de las cuerdas vocales que visten la garganta.

Es un castigo lento y doloroso.

No soy lejana. Tampoco soy una mujer cercana. 
Simplemente soy y estoy hecha de un idioma diferente, de un silencio aterrador que se rompe con las hadas, y con los extraños seres que me rozan los dedos y me agarran en esa voluntad de amasar las nubes, contemplar como piratas un mar rojo o un lago rosa.

Ya no me asusta el paso del tiempo.
Me asusta que pases tú, y no te quedes a mi lado; y me asusta no saber cómo decir que te quiero, que las palabras las trago antes de pronunciarlas y luego no hay quien las encuentre. Siempre tengo el miedo tiñendo los ojos, el mismo miedo de "un carne roja" cuando se acerca el cazador para rematarlo con un machetazo para ahorrar en munición.

Mi reloj no hace tic tac, hace un intermitente tic que molesta. Mi corazón no hace "pompóm", da tumbos descompensados y acelera y desacelera hasta quedarse dormido de vez en cuando. 

Cantaba a escondidas, rezaba en público, y soñaba bajo las sábanas.
Ahora canto a todas horas, me escondo del público, y bajo las sábanas dejo el colchón desnudo que, sobre ellas, me gusta hacer el amor.


Con la fragilidad de un pétalo deshojado, mantengo erguido el tallo leñoso y el orgullo de seguir viva, con círculos concéntricos que hablan por mi.

Saludo la mañana y espero, siempre espero, a que me amen de nuevo en el ocaso de mis mejillas, en el blanco de los ojos, en el rojo de mis besos. En ausencias de vergüenzas, en venganza de los miedos.

Espero, siempre espero a que me amen de nuevo, aunque yo (cierto sé) no sepa amar.


MAYTE ALBORES 


jueves, 12 de julio de 2012

"Little Girl Blue"




Me llamo Mayte. Mi nombre se debe, igual que mi persona, a un cúmulo de acontecimientos casuales que nada hacían presagiar que yo iba a estar aquí. Eso, ya tiene matices de un destino que, tal vez, determine que mi sombra sea lo que voy a contar ahora.

Importarme la imagen o la proyección de mi persona, me importa poco que menos a estas alturas de la película (y esta resta sumatoria de insignificancias por las que no caer, son las que me mantienen en la órbita de seguir haciendo y haciéndome fuerte). Es por eso que, con precedente y antecedentes, cuento qué es lo que me acontece ahora y cómo la vida se burla continuamente de esta mujer.

Conocí a una persona muy especial. De esas personas que te llegan en el momento que necesitas un masaje cardiaco para no morir. De esas que te leen las manos y auguran providencia esté o no escrita porque la escriben sobre el infortunio. De las que calzan tus zapatos para compartir las huellas...

En nuestras conversaciones de "vaivén" me hizo la siguiente pregunta:
- Mayte, ¿no te ha pasado que en tu vida se repiten continuamente los mismos patrones?

Yo, pensé y pensé, pero en ese momento no supe contestar nada concreto.

Días después, llegué y le dije:
- ¡Ya lo sé! Sí, ya sé cuál es el patrón que se repite en mi vida continuamente: la distancia.

Mi vida está marcada por la distancia, por los huecos, por los espacios con huellas que quedan grandes a la planta de mis pies y aún tirándome de cabeza con todo mi cuerpo sería incapaz de supurar cuantas marcas deja lo que un día estuvo y ahora marcha...

Las personas más importantes de mi vida han tenido que marcharse, a otra ciudad, a otra vida o otra muerte.
Las personas que podrían haber sido importantes en mi vida han tenido que marcharse, a otro momento o a otro estadio.
Y yo, aquí me quedo viendo pasar las estaciones y cómo pasa mi propia vida, contando palillos, marcas en la pared, días del calendario, olvidando la edad que tengo y, sumando heridas sin cabida y sin piel. Y me hago pellejo y destilo un músculo desvalido y desprovisto de carne y grasa. Ardo.

Sí. Apuntando con un dedo sobre un mapa tengo ciudades, casas que visitar.
También puedo leer lápidas y contar anécdotas al aire, de ésas que sólo sabe uno y que, egoístamente se traga de golpe para no ser "pillado" en lucubraciones. Y allá aquel que lo haga, que lucubre presunciones como un arquitecto ideando obras, que yo mi tiempo lo persigo con guantes para robarle lo máximo que pueda.

He desaprendido a rezar al escuchar a Bob Dylan y a Janis Joplin. En las fiestas de aniversarios (cualesquiera que sean) no me importa bailar paquito el chocolatero, que de vez en cuando la verbena con la macarena tiene su aquel.
En las noches, cualquier cantautor del siglo que sea que fríe las entrañas y las sirve desprovistas de paja y pan, es buena compañía, y al tiempo, juego a ser inmune a la muchedumbre y asfalto duro sobre el que sería imposible caminar descalzo.


Quisiera hacer como Thelma y Louise y huir en un viejo coche con el mar dentro de la maleta; una terapia que me dejase inmune al infortunio de no asumir mi propio yo en esta soledad que se multiplica cuando te acostumbras a las sonrisas que abrazan, a la complicidad que te sabe.

¿Sabes?
A veces  creo que todo lo que toco se convierte en cambio.
Sí, esa es la historia que se repite, Ana.
Esa es la maldita historia que se repite.
Son "hasta luegos" de trampolín, que por aquí (o por allí) la voluntad está por encima de todo, y déjame que te cuente que siempre os veo pasar para ir a algo mejor.

Por eso, ¿para qué rezar?, es mejor seguir siendo una "Little Girl Blue"... nada nos pertenece más que el sueño.





lunes, 9 de julio de 2012

Querida amiga

Hoy me he levantado con un panal en la cabeza.
Mis rizos parecían un nido para todos los zumbidos enredados dentro y sobre mi.
En estos casos, de días nublados con rayos bien definidos dibujando mis ideas, doy vueltas de campana en el colchón y pateo las sábanas como si fueran sacos de boxeo, que terminan haciendo función de alfombra, luego de vestido romano cuando me levanto enrollándome en ellas como una egipcia en el panteón.

Recuerdo como, antes, cuando la ciencia no era más que ficción, a los enfermos de epilepsia se les consideraba unos endemoniados. Sin embargo, el tiempo nos deja avanzar en nuestros prejuicios, y cuando eso ocurre uno se pregunta que ¿quién podrá restituir el sufrimiento de un rechazado?

Querida amiga, nosotras estamos enfermas de poesía y amor, endemoniadas y tocadas por los dioses profundos de la necesidad, no queremos curarnos de nuestros males porque son nuestros males el único ombligo por donde nos alimentamos.

Una vez me enamoré de un viejo cuervo que iba perdiendo ese espléndido plumaje azabache. Era imposible comprender cómo una sirena que no sabía nadar y que se arrastraba a los pies de las playas podía haberse fijado en ese largo pico, en ese cielo de alas batidas, y yo, siempre supe que difícilmente podría explicar mis coletazos al aire para atrapar las nubes que aquel cuervo besaba a su paso; pero la vida sólo puede comprenderse desde las cosas extraordinarias.

Ahora, en mi cadera, tengo tatuado un cuervo y verás que mi mano no deja de apoyarse en ese, mi hueso preferido. Nadie lo entiende. ¿Acaso entendemos, si queremos hacerlo, el porqué estamos aquí y cómo, de qué modo, a qué se debe...?

Somos absurdos por naturaleza.
Yo, no sé si te entiendo, supongo que caminar descalza me quema igual que te quema a ti, pero, aún sigo disfrutando de ello, y no pregunto nada más: te curo, me curas, reímos despellejadas y lloramos mientras nos vestimos de nuevo.

Después del cuervo, fui cada noche difunta a un acantilado donde tenía conversaciones profundas con el espacio vacío. Y allí, volví a enamorarme de una pequeña roca que siempre, permanecía espléndida en su sitio, enfocada a los cambios de la luna.
Sabes lo que te voy a decir, querida amiga, que tampoco nadie entendió porqué mis visitas fueron cada vez más frecuentes, y yo no buscaba respuestas para nadie, ni siquiera para mi, porque una única cosa sería cierta de todo lo que pudiera decir: me sentía profunda y llena en esa honda necesidad.

Un día, al volver a ese acantilado, aquella piedra ya no estaba. Me percaté que un joven la había cogido y la había estampado haciendo "eses" contra el abrupto paisaje que nos fue testigo. Lloré y grité desgarrando la soledad de la que siempre había sido consciente y el joven, se acercó a prestarme ayuda intentando adivinar a que se debía tanto desconsuelo.

- He "perdido" algo que nunca me perteneció, pero siempre estuvo ahí, a mi lado.
- Vaya, lo siento - contestó él - ¿puedo ayudarte?
- No. Será imposible entre esta inmensidad volver a recuperar la piedra que has tirado.
- Sólo era una piedra.
- Sobre esa piedra se alzaba la luna. Sobre esa piedra lloré y guardaba las lágrimas que depuré en nombre de un amor sellado: me enamoré de un viejo cuervo sin plumaje al que vi cruzar el reino de los cielos. En esa piedra germinó un musgo de invierno y sobre él la flor más pequeña y hermosa que jamás había observado... por eso sé, que el hombre sólo es un hombre y en ocasiones olvida todo y hasta pierde todo valor al lanzar una piedra porque "sólo es una piedra muda y sostén del paso de los ciclos de la vida".

El joven no entendió una sola palabra de lo que dije (tendríamos que leer un millón de veces para desgranar un millón de metáforas). No se esforzó por entenderme, pero hizo lo que le hizo recuperar su grandeza avivando en mi admiración hacia él: me abrazó y secó una a una mis lágrimas, sembrándolas sobre si: "sólo soy un hombre y quisiera ser esa piedra que jamás te abandonó, por eso ahora me impregno de tus lágrimas"


Seguramente, querida amiga, tú y yo en una heladería disfrutaríamos de un helado de diferente sabor ¿acaso importa? lo que importa es que NOS DISFRUTARÍAMOS JUNTAS: siempre juntas.



martes, 29 de mayo de 2012

CUANDO LA MUERTE DIJO "no soy opción"



Tengo 28 años y dicen que cuando nací caí del cielo, que del cielo quedó un pedazo en mis ojos y que aullaba por las noches, y que por eso tengo un ojo azul profundo y el otro hace vetas verdosas que bailan entre mi pupila. Que miro como un lobo y sonrío como un cachorro.

Siempre, toda vida tiene una vertiente romántica cuando es vista desde fuera, y siempre, siempre, toda vida tiene una etapa de aprendizaje precedido por la superación.

Me llamo Pablo, y mi amiga me ha prometido que contará la historia que quedará estampada en la calzada de mi ciudad. Que bajo mi piel los gusanos comerán lo que parecía un futuro brillante y, que abrazará a mi madre cuando yo no esté.
Mi amiga se ríe y me dice "vaya dos nos hemos juntado", y a veces me canta canciones y me dice "estas sólo te las canto a ti", y aunque sólo se lo dije una vez, ella ya sabe que me vuelve loco y le digo: "no dejes de hacerlo".

Le he escrito muchas cartas que, me ha confesado, guarda bajo candado en una pequeña maleta azul, junto a sus partituras y pequeñas composiciones. Ella no sabe que ésta, será la última vez que lo haga, que he subido muchas veces al último piso de mi vida y luego he bajado y la he llamado. Cuando así ha sido, sin pensarlo ha venido corriendo fuera la hora que fuera, y nos hemos abrazado hasta caernos al suelo y volver a reír después de llorar.

Yo le digo que quisiera ver como es capaz de levantar el aplauso, cantando, de todo un teatro, y que lo logrará. Se ríe y me dice: "tú conmigo". Y le digo lo guapa que es, cómo su sonrisa se prolonga a lo largo de los días en mi memoria, y que mientras pueda le daré la mano y levantaremos juntos ese teatro que está esperando descubrirla, porque me dice, que si yo no estoy para verlo no quiere ni música ni canción. Tiene diez años menos que yo y diez años más de posibilidades.
Pero pienso, que si algún día no estoy, se olvidará pronto de sus miedos y su necesidad de mi, y seguirá con su pasión. Yo ya estoy cansado. Muy cansado.

Mi última frase no será para mi familia. Mi última frase no será para mi chica. Mi última frase será para mi niña, mi niña preciosa: "mi niña, eres muy especial, no des nunca un paso atrás; olvida, si es necesario, que me has conocido. Me avergüenza no haber estado como debía, no tengo nada que ofrecer ni a ti ni a nadie. Aunque dejes de verme, no me iré de tu lado, te mandaré fuerzas esté donde esté y verás que la vida será la respuesta a nuestros sueños, y que tú la sabrás aprovechar mejor que yo. Abraza a nuestro amigo, no le digas que te escribí, y a Carmen, y tampoco le digas nada. Saldrás adelante"


*********************************************

Tengo 18 años, hace cuatro me quedaban apenas dos cursos para terminar mi carrera universitaria. Pero quería ser una chica normal y contra todo pronóstico, abandoné.
Hace un año, el hermano de un amigo común nos presentó. Y nos reconocimos.
Con el tiempo, decidimos ir juntos a terapia. Eso me daba fuerza.

Con el tiempo, empecé a colarme en el zulo de su trabajo. Me explicaba qué eran unas y otras luces y todo lo que podía controlar desde aquella máquina, "esto es un ordenador superinteligente, mi niña". Mis ojos se abrían hasta dar vértigo, estoy segura, pero es que yo no controlaba casi ni la entrada de mails.

A veces, venía a recogerme al instituto. Yo salía unas horas antes sin que nadie lo supiera y nos perdíamos en mañanas profundas (...)

Un día, me llamó su padre: 
- Sara, Pablo se ha ido.
- ¿Se ha ido?¿a dónde se ha ido? seguro que necesitaba pensar, voy a colgar por si me llama, Paco, seguro que me llama no te preocupes.
- No, Sara, Pablo no volverá nunca más -se cortó la voz por unos segundos, y titubeando terminó la frase- ha dejado una nota diciendo que tus cosas están en el bolsillo de tu mochila y que nos quiere a todos.
- ¿Una nota? qué dices, Paco, qué dices... -me puse a llorar sin saber si gritaba o hablaba o si decía algo con sentido.
- Cariño, él te quería - pi, pi, pi, pi, pi, pi,... la comunicación se cortó.

Salí corriendo y rebusqué por mi mochila. Sí, paseando por la mañana me había dicho muchas cosas, e iba con la maleta colgada de un hombro y yo me reía diciendo: "pareces un compi de clase". 
Encontré en un bolsillo un papel: "mi niña, eres muy especial, no des nunca un paso atrás; olvida, si es necesario, que me has conocido. Me avergüenza no haber estado como debía, no tengo nada que ofrecer ni a ti ni a nadie. Aunque dejes de verme, no me iré de tu lado, te mandaré fuerzas esté donde esté y verás que la vida será la respuesta a nuestros sueños, y que tú la sabrás aprovechar mejor que yo. Abraza a nuestro amigo, no le digas que te escribí, y a Carmen, y tampoco le digas nada. Saldrás adelante"



Al final, él fue parte de ese 10 por ciento de enfermos que, o muere como consecuencia directa de la anorexia, o termina suicidándose. "¿Eligió?"; Eligió un último vuelo y estampar su cuerpo contra el portal donde tantas veces había ido a buscarle, y me preguntaba, "esta vez ¿porqué no me había llamado para abrazarlo hasta caernos juntos llorando?" (siempre decía "tú eres más fuerte y mejor que yo"). No sé cómo pudo, pero casi me voy detrás.

A mi siguiente concierto, no pude subir.
Al siguiente, me quedé en blanco.
Al siguiente, me desmayé.
Y ya no hubo siguientes. Sólo él escucharía, antes vivo, y ahora en esa promesa de acompañarme desde la nada, mis canciones.

(***)

Ya no tendría más amigos como él. Ya no me caería al suelo abrazando a nadie. Difícilmente podría superar esto... 

No sé si podría haber hecho algo más, si hice algo menos, pero nuestra entera salvación  difícilmente está en manos de nadie.
Proyectarme en superar esto, iba a ser una ardua tarea. Al primer gemido de un ser querido me haría salir corriendo provocándome desear siempre la salvación ajena antes que la mía. El trauma me perseguiría durante noches enteras, en las que las sabanas pesaban como una tumba...




**De la novela: CUANDO LA MUERTE DIJO "no soy opción"**
Mayte Albores
Basada en hechos reales
Todos los derechos reservados

martes, 15 de mayo de 2012

Llévate todo



Después de ti,
sólo me queda esperar para
ver el ocaso de todos los días.

domingo, 6 de mayo de 2012

Soy lágrimas de cristal, prisma de colores.
Exploto y me clavo en cada hueco en el que se me permite
a modo de agua filtrada por cualquier espacio poroso por
donde escurrirse, correrse, prolongarse...
Y aviso, que quien avisa no es traidor,
y me libero de traiciones o las disfrazo,
que al final, unos labios calientes vistiendo
de baile último una noche cualquiera,
son la carroña que me permite amanecer,
sobrevivir hasta que la vida me encuentre de nuevo,
y le cante al "amor": ¿qué es el amor?

jueves, 26 de abril de 2012

"Mujeres de agua"

Tengo una degeneración que avanza poco a poco: pérdida de tono muscular, dolor inclemente, cansancio crónico y conexiones neuronales ralentizadas.
A veces pienso que no he tratado mi cuerpo como se merecía, que lo he castigado como disciplina por pertenecer a un grupo social en el que no me reconozco. Pero nada importa ya, autoflagelarse no es el mejor método para avanzar.


Mi juventud es una osada que le reta el pulso a cualquier humano con muchos años rodados. Siempre elegí los caminos más complicados y, como rutina, así debía ser mi destino.

No hago planes a largo plazo, siempre, sujeta al dolor, a la medicación, a las crisis y al devenir, pronuncio la misma frase que deberíamos pronunciar en condiciones extremas y en condiciones superfluas: "¿quién sabe dónde estaré mañana?".

Estoy harta de que me pregunten cómo estoy. De que me recuerden el cambio físico y cómo va minando mi sentencia alrededor no sólo de mis pupilas sino también en el arco de mis arrugas.
Cada vez se endurecen más mis facciones alrededor de la sonrisa y mi mirada cae como una puesta de sol permanente. Pero no por ello dejo de levantarme cada día, trabajar, escribir, y marcar mis pasos como la única meta que a día de hoy puedo plantearme.


No doy excesivas explicaciones aunque, se pueda entrever entre espacio y espacio que aquella que fui ha volado por detrás de orejas mudas.

Siento que camino sobre un precioso techo de cristal, vértigo y observación son las mayores sensaciones que me acontecen, pero soy consciente que en cualquier momento todo podría reventar sobre mi.

Antes, soñaba y, esperaba que en una amplia caída hubiera siempre un entretejido de brazos que amortiguaran el golpe. Pero hay golpes que nos esperan y el simple hecho de intentar evitarlos provoca que nos den más fuerte.

Asumida que al final la vida es una derrota si nuestra pretensión es permanecer, sólo podemos "jugar" a ser y ser nosotros mismos, independientemente de los juicios, prejuicios y "perjuicios" a los que cualquiera sin conocernos pueda disponernos.

Llega un momento en que el aliento es tan corto que, la dirección de éste, termina afinando sutilmente hacia el lugar donde merece la pena, y uno mismo piensa que si esa energía se hubiera optimizado siempre de este modo, habría subido cordilleras ilimitadas con sólo suspirar.

Que la huella hable por mi, pero si ha de hablar solo a medias, que se haga fugaz, me calle, me olvide y ceda el lugar a toda maravilla que se está gestando en cada vientre.




domingo, 8 de abril de 2012

Una mirada a la vida

Ya no hay causa clara para la decadencia de una persona. Y todo parecen causas absurdas para la decadencia de una mujer.
Uno, escribe su propia historia e intenta dosificar informaciones personales para afrontar la comprensión o incomprensión de una forma que permita más o menos su integración social, pero no siempre es posible, y más, cuando se escapan las buenas voluntades como espuma de una botella de cava abierta tras un baile.

Será que el modo y la forma deben seguir protocolos que desconozco, y de ahí, mi admiración por personajes emblemáticos cuya vida fue rara y a la vez extraordinaria, pero siempre basada en una inasumible incomprensión.

Es difícil ponerse en pie asumiendo la juventud y la hermosura como una auténtica broma del destino, como la peor de nuestras suertes si debe ir acompañada de otros lastres.

Apostar por la renuncia, la asocialidad y el silencio extendido también resulta incomprensible, pero no se puede ser anacoreta dentro de un grupo y diseminar la infelicidad que viaja en una mirada triste.

Seguramente es hora de asumir nuevos momentos, desde otra esfera diferente, desde la urna que permite de algún modo descansar de las inclemencias de la rutina, de lo ordinario.

Asumir y plantar cara a lo importante.
No basta con sentirse fuerte, también hay que estarlo.
Seguramente, a medida que avanza la edad, entramos en ese conflicto en el cual nuestro cuerpo no acompaña el ímpetu de nuestras ganas. Éste, no es mi caso.
Seguramente, a medida que avanzan estados físicos derivados de la edad o de la enfermedad, nos damos cuenta que apurar el límite nuestra vida puede ser un acto inconsciente si no se tienen las herramientas necesarias para poder caminar con entereza.

El cansancio y el dolor crónico, es un envejecimiento prematuro y un deterioro físico y emocional que no debe ganarnos el pulso.

¿Juventud y hermosura? para qué, si en la locura de estar y sobrevivir, el estado de alerta deja que se escapen los mejores momentos porque el único estado de conciencia es el de recuperar las fuerzas para dar pequeños pasos que, para el que tiene piernas, es una acto natural de por sí.

Normalidad y naturalidad compiten con la especialidad de ser un funámbulo de la vida. 
Y ahí, los que caminamos sobre el alambre dejándonos a merced del viento y esperando que, si viene algún revés, alguien sepa adivinar nuestra caída desde la posición en la que este.


Por favor, que no llegue el lobo y sople, y sople, y sople,... que ni todos somos cerdos ni todos tenemos casas de ladrillo, algunos, aún "somos nada" y creemos en los sueños.


A Marga, sinónimo de esperanza.
A los enfermos de fibromialgia.
Al desgarro que nadie atiende.




miércoles, 15 de febrero de 2012

Maravilloso blog, donde las musas pueden danzar en colores...


http://juancarlosboveriarte.blogspot.com/

sábado, 11 de febrero de 2012

Mi carne está en mi

Ningún poder de instintos y deseos de piel supera la necesidad de ternura.

Los ojos que me desnudan de ropa cual lobo hambriento atrapando a su presa,
se olvidan, que el carmín de mi sangre cubriendo latidos es más poderoso que una lengua sosteniendo la columna de otra boca.



Es hermosa mi piel desnuda y de un dulce sabor caliente entre los extremos más fríos; perfumada de hormonas que se rinden entre besos que no llegan a difuminarse en el tiempo.

Es hermosa mi piel cicatrizada de incertidumbre, que se descubre de sutiles velos y en las manos de un amante.

Es hermosa mi piel cuando es mimada, y no solo se culmina de lejanos deseos de uso-desuso, que intuyen de ella, tan sólo, el sostén físico de un cuerpo.

Mi carne está en mi, y mi poder, en el viento, que llega a ti.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Acordes de soul, una infusión humeante combatiendo el invierno y soledad oscura.
Me descalzo y engarzo mi cuerpo en una silla giratoria, y sueño más rápido de lo que mi mente puede pensar estando despierta.

Tengo miedo: la noche aplasta mis ojos y me aflige tanto como no poder tocar los recuerdos.

Te echo de menos irremediablemente.
Tus párpados ya no me apuntan con sus pestañas, y tu voz, apenas juega en mi garganta.
Me acaricio en tu nombre, pero sólo hay hielo sobre mi.

Se suceden los días, y duelo y resignación han hecho las paces .
He dejado de llorarte. Me he resignado. PERO NO TE OLVIDO: es, ahora, cuando te creces en mi siendo un mito.

sábado, 28 de enero de 2012

En mi y de mi, sólo ve el que tiene alas en sus ojos.

No soy una persona fuerte.
Ni siquiera se si soy o quiero ser una persona.
Rozo la anormalidad y me caracterizo por hacer en cada momento lo que me da la gana, pero, he de confesar (a mi misma, básicamente) que a medida que pasa el tiempo, me quedo sin peaje para pagar lo que supone vivir "a mi manera": no es una tendencia autosuicida fumar, beber, follar, tirarse de cabeza y apostar la vida al "todo o nada", tan sólo es una manera de gastar el tiempo como uno estima que debe hacerlo (del tiempo que se nos da, únicamente en eso podemos racionar).

He intentado no desquiciarme.
Caminar despacio como lo hace un secreto deslizado en nuestro oído.
Pero es imposible parar la inercia con la que se mueve todo un planeta.

Silencio y timidez no siempre los llevo de la mano, se muy bien separar el mérito de callar (mérito que no siempre progresa adecuadamente en lo humano), y el don de sonrojar mi mejilla, profanando el blanco de la piel con un rubor promiscuo mientras los ojos vidriosos delatan el "animalillo" que soy ¿y para qué disimular otra cosa? En mi y de mi, sólo ve el que tiene alas en sus ojos.

El sol luce diferente para cada persona, arañando según el dictamen de nuestra piel y el lugar que ocupamos en el mundo: con la piel llena de ampollas y un lugar no definido, me enfundo en el disfraz de la rutina, y aunque parece que todo está en orden, jamás había reinado de forma tan rotunda el caos.

He intentado guardar los alfileres que me hieren, muchos de ellos (la mayoría), con nombre de persona.
Pero los alfileres se alimentan con el miedo, y crecen con él, dañando tanto, que nos podemos pasar la vida corriendo de un lado a otro, sin saber en qué búnker escondernos, ¿nos daremos cuenta que nosotros somos el propio peligro y la única salvación? Al final tenemos una pared en el pecho llena de dagas colocadas en orden y de cicatrices de las que hasta nos sentimos orgullosos.

Amar, sería la única palabra que dejaría en el diccionario, amar en salado, amar en dulce, amar de desayuno, amar de postre, amar, amar, amar... con sexo, sin sexo, con edad y sin edad, con "paro" y sin reparo... pero es tan fácil la teoría y tan difícil cambiar los estereotipos congelados en la hipocresía.

Nunca imaginé que alguien pudiera llamarme poeta.
A mi me tiembla la voz con tan sólo pronunciar esa palabra, pero hace tiempo que dejé de confesar que me aterroriza tal apellido: tengo aún, tanta inmensidad por beber.

Ahora, sólo espero una cuenta atrás, y haber confesado lo suficiente.
No estoy preparada para la decadencia de mi cuerpo. Estoy aterrorizada.
Ya no lloro. Ya no grito. Ya nada me parece injusto.
Me dejo querer, y quiero (mal o bien/bien o mal) lo mejor que puedo.

Al final, es lo único que nos queda, y lo único que queda de nosotros.




Sálvame de esta oscuridad 
de estar inmersa en mi.

(Mayte Albores)