jueves, 12 de julio de 2012

"Little Girl Blue"




Me llamo Mayte. Mi nombre se debe, igual que mi persona, a un cúmulo de acontecimientos casuales que nada hacían presagiar que yo iba a estar aquí. Eso, ya tiene matices de un destino que, tal vez, determine que mi sombra sea lo que voy a contar ahora.

Importarme la imagen o la proyección de mi persona, me importa poco que menos a estas alturas de la película (y esta resta sumatoria de insignificancias por las que no caer, son las que me mantienen en la órbita de seguir haciendo y haciéndome fuerte). Es por eso que, con precedente y antecedentes, cuento qué es lo que me acontece ahora y cómo la vida se burla continuamente de esta mujer.

Conocí a una persona muy especial. De esas personas que te llegan en el momento que necesitas un masaje cardiaco para no morir. De esas que te leen las manos y auguran providencia esté o no escrita porque la escriben sobre el infortunio. De las que calzan tus zapatos para compartir las huellas...

En nuestras conversaciones de "vaivén" me hizo la siguiente pregunta:
- Mayte, ¿no te ha pasado que en tu vida se repiten continuamente los mismos patrones?

Yo, pensé y pensé, pero en ese momento no supe contestar nada concreto.

Días después, llegué y le dije:
- ¡Ya lo sé! Sí, ya sé cuál es el patrón que se repite en mi vida continuamente: la distancia.

Mi vida está marcada por la distancia, por los huecos, por los espacios con huellas que quedan grandes a la planta de mis pies y aún tirándome de cabeza con todo mi cuerpo sería incapaz de supurar cuantas marcas deja lo que un día estuvo y ahora marcha...

Las personas más importantes de mi vida han tenido que marcharse, a otra ciudad, a otra vida o otra muerte.
Las personas que podrían haber sido importantes en mi vida han tenido que marcharse, a otro momento o a otro estadio.
Y yo, aquí me quedo viendo pasar las estaciones y cómo pasa mi propia vida, contando palillos, marcas en la pared, días del calendario, olvidando la edad que tengo y, sumando heridas sin cabida y sin piel. Y me hago pellejo y destilo un músculo desvalido y desprovisto de carne y grasa. Ardo.

Sí. Apuntando con un dedo sobre un mapa tengo ciudades, casas que visitar.
También puedo leer lápidas y contar anécdotas al aire, de ésas que sólo sabe uno y que, egoístamente se traga de golpe para no ser "pillado" en lucubraciones. Y allá aquel que lo haga, que lucubre presunciones como un arquitecto ideando obras, que yo mi tiempo lo persigo con guantes para robarle lo máximo que pueda.

He desaprendido a rezar al escuchar a Bob Dylan y a Janis Joplin. En las fiestas de aniversarios (cualesquiera que sean) no me importa bailar paquito el chocolatero, que de vez en cuando la verbena con la macarena tiene su aquel.
En las noches, cualquier cantautor del siglo que sea que fríe las entrañas y las sirve desprovistas de paja y pan, es buena compañía, y al tiempo, juego a ser inmune a la muchedumbre y asfalto duro sobre el que sería imposible caminar descalzo.


Quisiera hacer como Thelma y Louise y huir en un viejo coche con el mar dentro de la maleta; una terapia que me dejase inmune al infortunio de no asumir mi propio yo en esta soledad que se multiplica cuando te acostumbras a las sonrisas que abrazan, a la complicidad que te sabe.

¿Sabes?
A veces  creo que todo lo que toco se convierte en cambio.
Sí, esa es la historia que se repite, Ana.
Esa es la maldita historia que se repite.
Son "hasta luegos" de trampolín, que por aquí (o por allí) la voluntad está por encima de todo, y déjame que te cuente que siempre os veo pasar para ir a algo mejor.

Por eso, ¿para qué rezar?, es mejor seguir siendo una "Little Girl Blue"... nada nos pertenece más que el sueño.





2 comentarios:

Mariano Crespo dijo...

Pues cuida el sueño. Arrulla los sueños. Y creo, humildemente, que estás destinada a que te pertenezca algo más que la distancia. Y si es así que las distancias sean cortas, como las de las parejas de enamorados cuando bailan.

Unknown dijo...

Bailemos pues!
Gracias, Mariano.
Un beso grande.