domingo, 8 de abril de 2012

Una mirada a la vida

Ya no hay causa clara para la decadencia de una persona. Y todo parecen causas absurdas para la decadencia de una mujer.
Uno, escribe su propia historia e intenta dosificar informaciones personales para afrontar la comprensión o incomprensión de una forma que permita más o menos su integración social, pero no siempre es posible, y más, cuando se escapan las buenas voluntades como espuma de una botella de cava abierta tras un baile.

Será que el modo y la forma deben seguir protocolos que desconozco, y de ahí, mi admiración por personajes emblemáticos cuya vida fue rara y a la vez extraordinaria, pero siempre basada en una inasumible incomprensión.

Es difícil ponerse en pie asumiendo la juventud y la hermosura como una auténtica broma del destino, como la peor de nuestras suertes si debe ir acompañada de otros lastres.

Apostar por la renuncia, la asocialidad y el silencio extendido también resulta incomprensible, pero no se puede ser anacoreta dentro de un grupo y diseminar la infelicidad que viaja en una mirada triste.

Seguramente es hora de asumir nuevos momentos, desde otra esfera diferente, desde la urna que permite de algún modo descansar de las inclemencias de la rutina, de lo ordinario.

Asumir y plantar cara a lo importante.
No basta con sentirse fuerte, también hay que estarlo.
Seguramente, a medida que avanza la edad, entramos en ese conflicto en el cual nuestro cuerpo no acompaña el ímpetu de nuestras ganas. Éste, no es mi caso.
Seguramente, a medida que avanzan estados físicos derivados de la edad o de la enfermedad, nos damos cuenta que apurar el límite nuestra vida puede ser un acto inconsciente si no se tienen las herramientas necesarias para poder caminar con entereza.

El cansancio y el dolor crónico, es un envejecimiento prematuro y un deterioro físico y emocional que no debe ganarnos el pulso.

¿Juventud y hermosura? para qué, si en la locura de estar y sobrevivir, el estado de alerta deja que se escapen los mejores momentos porque el único estado de conciencia es el de recuperar las fuerzas para dar pequeños pasos que, para el que tiene piernas, es una acto natural de por sí.

Normalidad y naturalidad compiten con la especialidad de ser un funámbulo de la vida. 
Y ahí, los que caminamos sobre el alambre dejándonos a merced del viento y esperando que, si viene algún revés, alguien sepa adivinar nuestra caída desde la posición en la que este.


Por favor, que no llegue el lobo y sople, y sople, y sople,... que ni todos somos cerdos ni todos tenemos casas de ladrillo, algunos, aún "somos nada" y creemos en los sueños.


A Marga, sinónimo de esperanza.
A los enfermos de fibromialgia.
Al desgarro que nadie atiende.




1 comentario:

Unknown dijo...

me ha encantado leerte, comprender, si cabe, un poco más...
y el remate final es sublime!!

Un beso enorme!!